lunes, 3 de julio de 2017

Cápsula Bíblica 2326

Por su origen histórico, el cristianismo está vinculado al pueblo judío. Aquél en quien ha cifrado su fe, Jesús de Nazaret, es hijo de ese pueblo. Lo son igualmente los Doce que él escogió «para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,13–14). Al principio, la predicación apostólica no se dirigía más que a los judíos y a los prosélitos, paganos asociados a la comunidad judía (cf. Hch 2,11). El cristianismo ha nacido, por tanto, en el seno del judaísmo del siglo I. Se fue separando progresivamente de él, pero la Iglesia nunca ha podido olvidar sus raíces judías, claramente atestiguadas en el Nuevo Testamento; reconoce incluso a los judíos una prioridad, pues el Evangelio es «fuerza divina para la salvación de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del griego» (Rom 1,16).

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