lunes, 26 de diciembre de 2016

Cápsula Bíblica 2137

Es fácil captar en la Biblia como es que Dios siempre acompaña a su pueblo. En el tiempo de la deportación, cuando la monarquía israelita llega a su fin, el pueblo está lejos de Jerusalén y del templo, pero el amor misericordioso de Dios no sabe de fronteras. Con la velocidad del relámpago, su trono se desplaza de un lugar a otro de la tierra. Dios ve a su pueblo y lo acompaña siempre, en cualquier sitio en donde se encuentre; su realeza por tanto, siempre se conserva intacta. Tal es el sentido del prodigioso primer capítulo del libro de Ezequiel.

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