domingo, 23 de octubre de 2016

«La Novena Sinfonía de Bruckner»... su obra incompleta y fantástica

De los tres grandes sinfonistas que continuaron y culminaron el legado de Beethoven, Brahms, Bruckner y Mahler, los dos últimos sufrieron un destino similar en lo que se refiere a la difusión de su obra. Rechazados por su entorno durante mucho tiempo, que los tildaba de excesivos e incapaces de sostener sus gigantescas creaciones, casi todas sus sinfonías consiguieron ser estrenadas sólo varios años después de su composición.

Bruckner es un compositor que aún no ocupa el lugar que le corresponde, porque aunque es popular en los países germánicos, parece cierta la leyenda de que el público de otras partes del mundo no experimenta gran entusiasmo cuando se anuncia alguna de sus obras en los conciertos. Uno de los motivos de este desinterés es el concepto ampliamente extendido de que sus obras son demasiado largas y uniformes, imbuidas de un misticismo púmbleo, cuando no son meros pastiches wagnerianos.

Yo ya he hablado en otras ocasiones de este eximio compositor austriaco, Anton Bruckner, que nació en la pequeña ciudad de Ansfelden, el 4 de septiembre de 1824 y que falleció el 11 de octubre de 1896, precisamente mientras componía esta sinfonía que hoy les invito a escuchar y que pese a estar inacabada, los tres movimientos completos alcanzaron rápidamente gran popularidad, especialmente el vibrante scherzo.

«La Novena Sinfonía de Bruckner» en re menor (A 124), fue iniciada en agosto o septiembre de 1887 y como digo, Anton estaba todavía trabajando en ella el día de su muerte. El estreno de los tres movimientos terminados fue dirigido por Ferdinand Löwe hasta el 11 de febrero de 1903. La obra tiene muchos rasgos en común con las sinfonías anteriores de Bruckner pero lo que en algunas obras tempranas era usado en exceso y afectado, aquí se presenta con maestría y sofisticación. El resultado es una música de tremendo impacto emocional, desde el poderoso primer movimiento, a través del camino que se traza del vibrante scherzo hacia el escabroso adagio.

Ustedes saben que mi compositor favorito es Malher, pero Bruckner tiene en mi gusto, también un lugar muy especial, pues de él aprendió mucho Malher. Es más... ¡no sé por qué no había hablado de esta obra que me recuerda mucho, muchísimo a Malher! Esta sinfonía termina casi en un susurro en Mi mayor, anunciando al Mahler de la tonalidad evolutiva que en su Segunda sinfonía lleva un camino que va de Do menor a Mi bemol mayor o en su Novena de Re mayor a Re bemol mayor).

«La Novena Sinfonía de Bruckner» me recuerda a Mahler, que fue alumno de Bruckner por su afecto a la tonalidad de Mi mayor como "la tonalidad del Paraíso". Esto es especialmente evidente en su Cuarta sinfonía: el lied Wir geniessen die himmlische Leben, que constituye el movimiento final de la Sinfonía, comienza en Sol mayor (tónica) y termina suavemente en Mi mayor, expresando la idea mahleriana de la felicidad). Quizá podemos extender aún más la influencia y decir que el Adagio final de la Novena mahleriana es un tributo del discípulo que fue Mahler a la memoria de su antiguo profesor.

Los primeros bocetos de «La Novena Sinfonía de Bruckner» datan del verano de 1887. Pero el rechazo de la Sinfonía n.º8 desalentó al compositor, que no volvió a su composición hasta el mes de abril de 1891; el 30 de noviembre de 1894, Bruckner terminó el tercer movimiento, el adagio. Sólo le quedaban dos años de vida, pero con una pleuresía y declinación poco a poco, no llegó a completar este Finale, que quedó en múltiples bocetos. La Sinfonía, es, pues, «La incompleta» de su autor. Se dice que recomendó hacer oír en el concierto, como final de ella, su Te Deum, del que hablaré después. Así parece ser que se hizo cuando los tres movimientos acabados fueron presentados al público el 11 de febrero de 1903 en Viena, no sin alteraciones que supusieron durante mucho tiempo la ejecución de una versión no auténtica de la obra. A partir de 1932, felizmente, se volvió a la versión original. Hoy en día, pues, se toca la Original sin que se plantee ningún problema de interpretación crítica.

¡Les encantará escucharla!

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